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lunes, 21 de marzo de 2011

He estado queriendo escribir una historia, una historia pero no sé de qué. Una historia de locos me gustaría. No sé qué clase de locos. Locos de amor, locos de pasión... no sé qué otros locos existan. Algunos locos que conozco se ha olvidado de que están vivos, esos que caminan al lado de tí sin saber que estás ahí. Tal vez existan locos por alguna enfermedad, locos de enojo, locos como los que vi arrastrándose por los suelos. Los que gritan por nada o tal vez por todo, todo lo que está en sus mentes y yo no logro ver. Los que se sientan a esperar el mañana o los que no pueden esperar nada porque no hay nada que esperar en esos asientos fríos de hospital muerto. Los locos que parecen personas normales, hasta que les ves a los ojos, que te hacen hundirte en ellos y te dicen que te van a matar. Hay otros que miras a los ojos y no paran de reír, porque eres gracioso, porque eres la persona más ridícula, o simplemente ríen contigo, con su próxima víctima. Me gusta cuando eso pasa, me gusta sentir el miedo por los vellos de los brazos, ese miedo recorriendo tu espina dorsal hasta llegar a tu nuca y recibirlo como un respiro detrás de tí, el respiro que remueve tu cabello rápidamente. No lo sé, tal vez la loca sea yo observando con detenimiento a las personas más cuerdas que hay en este mundo y que decimos son locos.  He estado queriendo escribir una historia, una historia de...

martes, 1 de marzo de 2011

El susurro de tus labios, el dulce de tus besos, los ojos de animal curioso y las manos de conocedor.

Por qué insistes en callarte el alma, vida mía,  en encerrar tus palabras en el odioso castillo de tu temeroso amor.

No me niegues esos besos, ese respirar, tu delicioso aliento, que me bebo en un sólo suspiro, deseosa de más, mucho más de tí.

Me gustaba más la vida, donde por mí morías, donde yo por tí mataba, donde nos perdíamos entre ropas ensopadas del sudor que los cuerpos emanaban, deseosos cada día de más y más el uno del otro para llegar al fin.

No me niegues tus labios, no me niegues las miradas, que tú bien sabes que me amas y que sólo estás jugando a ver quién aguanta más.

Y no me niegues que me extrañas y que si por tí fuera estarías amándome de nuevo, no me niegues esas manos, esas caricias necesitadas del arte del amor.

Por qué insistes en alejarte de mi cuerpo, si bien sabes que me matas, que por tí la vida daba, que en cuanto des la media vuelta estaré tras tu silueta, para susurrarte al oido lo que más me gusta de tí.